Muere un hombre, nace un héroe
El 16 de octubre de 1970, en horas de la noche, una excursión de cerca de veinte estudiantes y algunos maestros de la Escuela Urbana de Granada (Antioquia) regresaba de Medellín hacia dicha localidad en un bus de tipo escalera, conducido por un experimentado chofer de 43 años; el vehículo sufrió un aparatoso accidente al perder conductor el control del vehículo, al parecer por una falla mecánica, que lo obligó a dar un fuerte e inesperado viraje. Como consecuencia de lo anterior, el bus rodó por un precipicio, en medio del pánico y los gritos de auxilio de los pasajeros.
Los vecinos que se encontraban cerca de la tragedia corrieron a ayudar; entre ellos se hallaba el joven Bernardo Antonio Rincón Gutiérrez, quien sin dudarlo se dispuso a colaborar en el rescate. Como había poca visibilidad, los rescatistas acudieron con velas y antorchas. Al parecer este fue un error garrafal, pues el tanque de la gasolina del bus escalera se había roto y había dejando un rastro de combustible por todo el lugar.
Bernardo Antonio rápidamente auxilió a los niños y los fue sacando uno a uno; cuando estaba próximo a culminar su cometido e intentaba sacar del lugar al niño Ramón Eugenio Naranjo Noreña, de 12 años, quien estaba inconsciente a causa del impacto, se produjo una fuerte explosión, al parecer por el contacto de una vela encendida con el combustible derramado. El esfuerzo de Bernardo no fue suficiente para rescatar a Ramón Eugenio de las llamas; por el contrario, ambos quedaron atrapados y por consiguiente se convirtieron en las dos únicas víctimas fatales del accidente.
Entre tanto, doña Carolina Gutiérrez, madre de Bernardo, observaba desde la distancia la tragedia, sin saber que su hijo era una de las víctimas mortales. A propósito de este hecho, la noticia publicada en El Colombiano el 18 de octubre de 1970 decía:
Ella, una mujer sencilla, noble como su hijo sacrificado, no cesa de lamentar con profunda resignación, la muerte del mayor de sus nueve[ocho] hijos, por quienes ha luchado y tratado de llevar adelante hasta donde las circunstancias lo han permitido. […] ¡Y pensar que hasta sólo unas horas lo tenía vivo, nunca pensé que fuera a recibir una pena como la que ahora me golpea y precisamente con la muerte del mayor de mis hijos. Es todo un héroe y salvó tantas vidas…! Dijo la humilde mujer.
El 20 de octubre, dos días después de la tragedia el periódico El Colombiano de Medellín publicó la siguiente noticia:
Un modesto hijo del pueblo. En un doloroso accidente, ocurrido el sábado en la carretera de Rionegro, un modesto hijo del pueblo sacrificó heroicamente su vida por salvar a los pasajeros de un bus incendiado. Bernardo Rincón Gutiérrez, albañil de oficio, de 18 años de edad, fue el abnegado protagonista de esta tragedia. No viajaba en el vehículo, pero cuando se dio cuenta del accidente corrió a prestar auxilio a las víctimas. Y murió envuelto en llamas cuando trataba de rescatar al último sobreviviente. En medio de la crisis materialista que agobia al mundo, cuando las gentes sólo se ocupan de defender sus intereses o de satisfacer sus instintos, Bernardo Rincón es un ejemplo de sentimientos cristianos y de solidaridad social. Sencillo, laborioso, honesto, como las víctimas tradicionales de nuestro pueblo, defendió a costa de su propia existencia las vidas de un grupo de niños envueltos en una absurda tragedia. Antioquia, que honra a tantos falsos valores, a tantas virtudes ficticias, a tantos políticos prepotentes, debiera rendir un homenaje a la memoria de este obrero humilde que se sacrificó en una acción que iba más allá del cumplimiento de su deber. Éste sí es un ejemplo para presentar a las nuevas generaciones y para comprobar que en la juventud no se han agotado las fuerzas maravillosas de la abnegación y del humanismo. Presentamos respetuosamente el nombre de Bernardo Rincón Gutiérrez a la consideración y a la gratitud de la sociedad antioqueña.
La noticia del accidente tuvo gran impacto entre los habitantes del departamento de Antioquia, en especial los de los municipios de Medellín y Granada. Bernardo fue considerado un héroe y, por su buen actuar, la Corporación de Fomento Cívico y Cultural decidió otorgarle a la madre el premio “Germán Saldarriaga del Valle”, en reconocimiento a la valentía de su hijo.
En septiembre de 1971, a casi un año de la tragedia, doña Carolina recibió dicho premio y un cheque por valor de 40 mil pesos, con el fin de que lo invirtiera en la compra de una casa para su familia y en la dotación para un restaurante del cual ella sería la propietaria y que le sirviera para dar sustento a sus otros siete hijos. Doña Carolina perdió un hijo pero le quedó el consuelo de que él murió como héroe y salvó la vida de más de 20 personas.
Las acciones de Bernardo fueron aplaudidas por todos los antioqueños, se convirtió en un ejemplo para los jóvenes y demostró que todavía había gente dispuesta a dar su vida por la de los demás.