Con arrojo y determinación, defendiendo a los niños también se construye país
Cuando apenas comenzaba la década de 1960, Nicolás Mosquera Romaña nació en el pequeño corregimiento de Puerto Conto (Chocó). Luego de adelantar sus estudios básicos se desplazó a la población de Quibdó, donde comenzó a estudiar Matemáticas y Física en la Universidad Tecnológica del Chocó (UTCH). Poco tiempo había pasado desde que inició sus estudios profesionales cuando, en 1984, decidió abandonar sus estudios para dedicarse a las labores sociales en beneficio de la niñez. Resolvió entonces hacerse policía y, como tal, al poco tiempo se incorporó a la Policía Metropolitana de Medellín.
Establecido en la capital antioqueña, como dragoneante de la policía, su primera labor consistió en alfabetizar niños, obra que continuó desarrollando por algunos años. Además de eso, de lunes a viernes Nicolás Mosquera dedicaba largas jornadas a ejecutar toda suerte de actividades que condujeran al mejoramiento de las condiciones de vida de los pequeños habitantes de Medellín. Como buen amante de la fotografía, todo el tiempo llevaba consigo una cámara fotográfica con la que iba construyendo su propio cuaderno de bitácora. Sus retratos le permitían dejar para la posteridad algunos de los momentos en los que de manera callada emprendía alguna obra social. De ello podrían dar testimonio, entre otras, la escuela del barrio “El Triunfo”, en la zona noroccidental de Medellín, y 75 niños vendedores ambulantes, hijos de mujeres trabajadoras en el centro de la ciudad, quienes, gracias a la labor del dragoneante Mosquera, desde 1991 podían disfrutar una colada de bienestarina.
Por su labor desinteresada al servicio de la niñez desvalida, el 24 de septiembre de 1992 la Corporación de Fomento Cívico y Cultural decidió condecorar a Nicolás Mosquera Romaña con el premio “Germán Saldarriaga del Valle”, premio que vino acompañado con ocho millones de pesos. En la ceremonia de premiación, celebrada en el Club Unión de Medellín, varios de los asistentes quisieron exaltar la labor del policía defensor de la niñez, con breves discursos que dan cuenta por sí mismos de la calidad humana de Nicolás Mosquera Romaña.
Según consta en el acta de otorgamiento del premio, y en nombre del Club Rotario, el médico Luis Tirado Vélez exaltó al agente Nicolás Mosquera refiriéndose a él como “un ciudadano meritorio que ha vibrado con su comunidad y le ha servido con lo que posee: amor por los demás seres, fe en ellos, entrega sin limitaciones”, y a renglón seguido lo calificó como “un líder comunitario con un exquisito don de solidaridad humana que lo enaltece a él y a la Policía Nacional”.
Más adelante, el abogado y rotario Ignacio Mejía Velásquez, oferente del premio, enalteció la labor del dragoneante Mosquera con las siguientes palabras:
en él se encarna no solamente la bondad personal, la vocación a la comunidad, la voluntad dinámica y el espíritu desbordante, sino también con toda su magnitud la simbolización del abnegado y valeroso esfuerzo de millares de agentes de policía que hacen a diario su tarea para que la sociedad pueda convivir en la guarda del orden, la protección del necesitado y la defensa del débil.
El agente Mosquera dignifica a la policía con su exultante espíritu cívico. Se ha dedicado a hacer el bien más allá de sus obligaciones. Ha convertido su quehacer policivo en servicio bondadoso, su tarea dura de policía en amable colaboración, sus ingratas jornadas en amistosa entrega; y es que es ésta la clave de lo que está requiriendo la sociedad.
El hombre, agente Mosquera, es más hombre cuanto más humano; lo es menos cuando se ha deshumanizado porque se despoja de esa superior condición que lo eleva a la imagen de Dios por invertirse en instrumento de codicia o de odio o de otras destructoras pasiones.
No podemos menospreciar a las fuerzas del orden sin rebajarnos a nosotros mismos. Hoy en día tenemos que percatarnos que el ciudadano perdió el carácter y por falta de él resignó hasta la defensa de sí mismo y de los suyos, para dedicarse a clamar protección y transmitir angustia y malestar.
De igual manera, luego de la entrega del premio, el capitán de la policía Hugo Bonilla hizo una breve semblanza de los aspectos más relevantes de la vida del agente Nicolás Mosquera Romaña, y el coronel Alfonso Peralta, comandante de la Policía Metropolitana, hizo el público reconocimiento de que “personas como el dragoneante Mosquera son las que engrandecen a Colombia y nos hacen sentir orgullosos de ser policías”.
Al finalizar la ceremonia, el homenajeado ofreció un sentido discurso con el que agradeció, en nombre de su familia, a los oferentes del premio, a sus comandantes “por la oportunidad que me han dado de estar siempre con la comunidad” y a los miembros del Club Rotario “por esta bonita oportunidad que ustedes le dan a la Policía y me dan a mí”.
En adelante, al parecer el dragoneante Nicolás Mosquera Romaña continuó con su vida dedicada al servicio desinteresado y discreto por la población infantil. Luego de trabajar de lunes a sábado por aquel noble objetivo, según una nota del periódico El Tiempo, dedicaba los domingos al cuidado de sólo dos niños, Nicolás y Alexis, sus hijos. Además, el domingo era el día en que Nicolás Mosquera “escucha los vallenatos de “El Binomio de Oro” y disfruta del sancocho de pescado, su comida preferida, que le prepara su esposa, Luz Nelly Muñoz”.