Reconocimiento a la caridad
Cinco años antes el fallecimiento del padre Fray Alonso Ocampo Arias, la Corporación de Fomento Cívico y Cultural otorgó, en ceremonia especial el día 9 de octubre de 1980 en el Club Unión de Medellín, un pergamino y un cheque por valor de cuatrocientos mil pesos, entregado por el presidente de la Corporación, Joaquín Londoño Ortiz y el director ejecutivo Antonio Restrepo A. , para reconocer su labor y dedicación como fundador y director de la Fundación “El Cottolengo”.
El exgobernador rotario César Calero Mercado, designado como vocero para abril el acto de la Corporación, se declaró perplejo ante la trascendencia de la misión que le fue encomendada, por la dificultad de ordenar los sentimientos que le fluían precipitadamente al rendir tributo a la memoria de un gran señor y excelente rotario, Germán Saldarriaga del Valle y a la caridad pura, como pudiera mencionar las matemáticas puras o las investigaciones puras, porque el tipo de caridad del padre Ocampo en su fundación “El Cottolengo” es sui géneris. El doctor Calero agregó sin vacilar que el padre era:
El representante de la caridad pura. Una modalidad diferente, porque en el caso de “El Cottolengo” es la caridad y el milagro trabajando solidariamente bajo la mirada amorosa de Dios. Sólo así se explica que un hombre sin más escudo que su fe en Cristo y su sotana blanca, enfrenta una tarea de tantas proyecciones como es alimentar, vestir, alojar, asistir, confortar y animar a desamparados que viven en su asilo, que no tienen en el mundo a nadie más que al padre Ocampo, quien, como una abeja incansable, va recolectando y ordenando los milagros que el señor produce diariamente en el corazón de las gentes, moviéndolas a contribuir en muy diversas formas, para que “El Cottolengo” siga cumpliendo su misión.
El padre Fray Alonso Ocampo dio los agradecimientos a la Corporación de Fomento Cívico Cultural y explicó que su obra ha buscado siempre una vida más alegre y tranquila para ancianos desfavorecidos y necesitados; agregó además que el origen del nombre de su fundación es en honor a San Benito Cottolengo, que fundó varias comunidades de hombres y de mujeres para atender a los enfermos y quien siempre repetía una frase memorable: “Hagan alegre y agradable el trato que les dan a los enfermos. Que los que reciben sus favores y atenciones sientan gozo al ser atendidos y nunca se sientan humillados”.
Así lo aplicó la Fundación; los ancianos que residen en ella, a pesar de estar enfermos, incapacitados para ciertas labores físicas o sin familia, se sienten en casa, acompañados por personas que los cuidan con cariño y les brindan todo lo necesario para terminar los últimos días de sus vidas rodeados de respeto y amor.
Como San Benito Cottolengo, el padre Ocampo siempre confió en la Divina Providencia, en el cuidado amoroso que la bondad de Dios tiene para nosotros, y tenía muy grabada en la memoria aquella famosa promesa de Jesús: “Si tienen fe aunque sea tan pequeñita como un granito de mostaza, le dirán a un monte: quítese de aquí, y láncese al mar, y les obedecerá. No duden de que sí va a suceder lo que piden, y lo obtendrán. Cuanto pidan en la oración, crean que ya lo han recibido, y lo conseguirán”, y así fue, todo lo que pidió para sus ancianos lo recibió.