Santiago Mejía Herrera

Premios – Mención Honorífica • 1986

Santiago Mejía Herrera

(Yarumal 1904 – Medellín 1992)

Por: Natalia González Salazar

“Si hubiera en este país más Santiagos Mejía Herrera, hombres de empresa echados para adelante, progresistas, audaces, pero de la audacia buena, que combinan todo eso con un profundo sentido del bien común, de la justicia, del amor al prójimo, de la caridad bien entendida, con seguridad no estaríamos hoy padeciendo tantas vicisitudes y tristezas.”
Corporación de Fomento Cívico y Cultural

Santiago Mejía Herrera

La Corporación de Fomento Cívico y Cultural se fundó por iniciativa del rotario don Germán Saldarriaga del Valle, con el objeto básico de fomentar en Colombia el civismo, la cultura y el bienestar general. Dentro de este concepto, don Germán manifestó la necesidad de crear un premio anual en dinero para distinguir y exaltar ante la sociedad a personas que se hayan distinguido por su servicio a la comunidad en las distintas áreas como la educación, la investigación, la ciencia, el arte, el civismo y la asistencia social; igualmente se han entregado premios honoríficos a personas que han llevado una vida ejemplar y que son modelo digno de seguir para las nuevas generaciones.

Fue así como el 25 de septiembre de 1986, en un acto solemne cumplido en el Salón Dorado del Club Unión, y durante el almuerzo del Club Rotario de Medellín, la Corporación hizo entrega de la distinción honorífica a don Santiago Mejía Herrera, para exaltar su grandes méritos en el servicio a la comunidad, sus aportes a las instituciones benéficas y culturales del país; también se hizo entrega en esa ocasión de los premios en dinero de el año en distintas categorías: civismo, asistencia social y artes.

Empresario ejemplar

La tradición familiar indica que don Santiago procedía de una familia humilde del municipio de Yarumal; él era el mayor de los tres hijos de don Antonio Mejía y doña Julia Herrera y nació el 22 enero 1904; su abuelo materno, oriundo de Bogotá, llegó a esta región en 1870 y allí contrajo matrimonio con Rosalía Eusse Misas.

La niñez de Santiago Mejía Herrera transcurrió entre la angustia por la temprana desaparición de su padre y la búsqueda del sustento diario que realizaba doña Julia para sostener la familia con un pequeño negocio en el cual se vendían productos derivados del petróleo.

Según cuenta una de su hijas en el programa radial sobre empresarios de la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia, es difícil establecer con claridad estos primeros años de Santiago, ya que parece ser que él mismo nunca habló de eso, porque “él corrió como una cortina en su pasado, él hablaba de 1930 para acá, pero para allá nada…; ni yo aguanté hambre, ni tan duro que nos tocó, ni cómo educó a sus hermanas, nada, de eso no se hablaba”.

Años más tarde, y ante las escasas oportunidades que tenía para salir adelante en su pueblo, decide viajar a Barrancabermeja; allí encontró la forma de iniciar su propio negocio: compraba una o dos reses, las sacrificaba y las vendía; así se volvió carnicero y muy pronto el negocio creció, pues la compañía petrolera Tropical Oil Company, que había iniciado labores en 1921, necesitó asegurar la alimentación para su trabajadores y fue así como pasó a ser proveedor de dicha compañía, lo cual le ayudo a incrementar las ventas y a convertirse en ganadero.

Al poco tiempo don Santiago ya era un importante hacendado, que negociaba con ganaderos no sólo de la zona del Magdalena Medio sino de otras regiones del país. Con su vida más estable económicamente, en 1936, contrajo matrimonio con Alicia Flórez; de esta unión nacieron Alfonso, Jairo, Silvia, Julia, Santiago María, Álvaro y Carlos Alberto.

Como se expresa el profesor Víctor Álvarez en 100 empresarios, 100 historias de vida, para 1952 don Santiago Mejía poseía haciendas en Puerto Berrío: “Montecristo”, “Maracaibo” y ocupaba dos islas baldías sobre el río Magdalena, en las que pastaba su ganado. También poseía varios lotes de ganado que pastaban en las fincas “Las Gatas”, en Ayapel (Córdoba); “La Unión” y “Casanare”, en el entonces corregimiento de Nare, municipio de Puerto Berrío; “La Argentina”, en Pauna (Boyacá) y “Creidelyn”, en Mutatá (Antioquia)”.

El negocio del transporte

En 1930 don Santiago Mejía incursionó en el negocio de los combustibles a través de la empresa que constituyó en Bogotá el 30 de abril del mismo año, denominada “Compañía Unida de Combustibles” (CUDECOM), que tenía como objeto social ocuparse en el transporte de mercaderías por el río Magdalena, la compra y venta de toda clase de combustibles y de otras mercaderías semejantes, según consta en la escritura 1070, del 30 de abril de 1930 de la Notaría 2ª de Bogotá.

El capital con el que se fundó la sociedad fue de $30.000, que fueron aportados por Santiago Mejía Herrera ($14.700), Antonio Castaño, vecino de Barrancabermeja, ($11.100) y Roberto Herrera Eusse, tío de Santiago y vecino de Bogotá ($4.200). Esta actividad lo llevó en 1956 a vincularse en un nuevo negocio de venta de automóviles, llantas y repuestos, y fundó “Repuestos Colombianos” (RECO), cuyo objeto era el establecimiento y explotación de fábricas para repuestos automotores e industriales, según escritura 4342, del 6 de diciembre de 1956 de la Notaria 1ª de Bogotá.

Como consta en la Notaría 7ª de Medellín, en la escritura 629 del 5 de mayo de 1959, don Santiago vinculó a sus hijos a sus negocios y creó con ellos la empresa “Industrias de Cobre y Aluminio” (INCOAL), con el objeto de fabricar tuberías de aluminio, cobre o cualquier otro metal; manufacturar toda clase de productos provenientes de metales o aleaciones de los mismo y, por último, adquirir o enajenar maquinarias, bien fuera de uso industrial o de cualquier otra especie.

Don Santiago no sólo en los negocios invirtió su tiempo; también dejó su huella en obras sociales como los “Hogares Infantiles San José”, una organización sin ánimo de lucro que buscaba educar y brindar atención médica y asistencia nutricional a niños en edad preescolar en riesgo; esta institución fue fundada el 15 de agosto de 1908 en Medellín por el señor José de Jesús Toro con el nombre de “Orfanato San José”; en 1933 murió su fundador y don Santiago entró como colaborador en la administración; tiempo después el nombre de “Orfanato de San José” cambió por “Hogares Infantiles San José”; en 1955 don Santiago hizo construir una casa en la vía de Medellín a La Ceja, a la que fueron trasladados los niños.

En la década del 60, don Santiago colaboró para hacer realidad el sueño del Padre Carlos María González, en la construcción de una sede para brindar albergue a los niños de la calle y que tendría el nombre de “Ciudad Don Bosco”.

Para exaltar su ejemplo de vida, la junta de la Corporación enalteció a don Santiago Mejía Herrera, por su comportamiento humanitario, su desprendimiento y su sentido social en todas las actividades empresariales que ha adelantado con éxito y el sinnúmero de obras benéficas que ha patrocinado con esmerada devoción. En el acta de la Corporación se destaca que su mano caritativa ha moldeado orfelinatos, clínicas infantiles, casas de albergue y entidades de educación primaria, ancianatos, internados, fondos de atención a estudiantes y seminaristas sin recursos económicos, pabellones en centros hospitalarios, ayudas a gentes sin empleo, a viudas desempleadas y a familias necesitadas que piden socorro.

Premios – Mención Honorífica • 1986