Carlos Vieco Ortiz
(Medellín 1900 – Medellín 1979)
Por: Juan Fernando Molina Jaramillo
En la historia de la música universal hay algunos casos de familias en las que hubo varios miembros dedicados a esa actividad. Colombia no es ajena a ese fenómeno y la familia Vieco es una excelente ilustración.
Gracias a las averiguaciones del cantante y comentarista Germán Rodríguez Velásquez y a la insistencia de Álvaro Vieco Montoya, hijo del maestro, se obtuvo información fidedigna acerca de la verdadera fecha de nacimiento de don Carlos. En efecto, en la parroquia de la Veracruz de Medellín está asentada la partida de bautismo que atestigua que Carlos Emigdio Vieco Ortiz nació en Medellín, el 14 de febrero de 1900, hijo de Camilo Antonio Vieco Arrubla y María Teresa Ortiz Cárdenas. Fue el hijo menor de la familia. Es sumamente curioso que en algunas fuentes bibliográficas aparece como fecha de nacimiento el 14 de marzo de 1904 y en otras figura el 14 de marzo de 1900. No se ha aclarado suficientemente la causa de esta confusión, esclarecida hace muy pocos años.
Los estudios elementales los realizó Vieco en la escuela que regentaba doña Merenciana Misas y en la Escuela Modelo; pasó luego al Liceo de la Universidad de Antioquia para adelantar algunos años de bachillerato.
hacia la música
Inclinación familiar hacia las artes y en particular hacia la música
Muy joven empezó a recibir formación musical, muy posiblemente por el fervor de los padres hacia las artes en general, que transmitieron a su familia de nueve hijos, tres mujeres y seis hombres, todos los cuales desde su más temprana edad tuvieron la oportunidad de acercarse a las artes y de recibir educación especial en ellas, de conformidad con los gustos individuales.
Luis Eduardo fue flautista, miembro activo en varias orquestas, y se destacó como acuarelista, campo al que llegó de la mano de Antonio J. Cano, y como fotograbador y tipógrafo. Fue compañero de Ricardo Rendón y Eladio Vélez, entre otros. Su temática en la acuarela preferida fueron los asuntos cotidianos de la ciudad. La obra pictórica de Luis Eduardo Vieco es de obligada referencia en los tratados de historia de la pintura y el grabado en Antioquia y Colombia.
Bernardo ejerció la actividad de contador pero fue un escultor notable. Obra suya es el águila del frontis del edificio de la antigua alcaldía de Medellín, sede actual del Museo de Antioquia; el “monumento al obrero”, en el parque que lleva este nombre; el “Ángel del silencio” y la “Piedad”, del Cementerio de San Pedro, y la estatua de Jorge Eliécer Gaitán, en Bogotá. Fue concejal de Medellín y uno de los pocos integrantes de esta notable familia que no se dedicó en forma extensa al estudio de algún instrumento, aunque fue guitarrista aficionado. Sobre su obra hay un amplio estudio realizado por su nieto, el ingeniero Bernardo Vieco Quiroz, publicado por el Fondo Editorial de la Universidad EAFIT.
Tulia fue cantante y guitarrista, madre del escultor y saxofonista Jorge Marín Vieco, dueño inicial de la finca “Salsipuedes”, en Robledo, en la que se compusieron dos obras importantes en la música popular colombiana: el porro del mismo nombre, de “Lucho” Bermúdez, y el pasillo instrumental “El cucarrón”, de Luis Uribe Bueno; esta casa es la sede de la Fundación “Marín Vieco”, destinada a conservar su obra y a estimular a las nuevas generaciones de artistas, y del violonchelista y saxofonista Alberto Marín Vieco, integrante de diversos grupos, entre ellos el Cuarteto de cuerdas Medellín, conformado además por Raúl Vieco Sánchez y Julián Vieco Montoya, violines; Juan Restrepo, viola y de la extinguida Orquesta Sinfónica de Antioquia, y profesor de violonchelo en el Conservatorio de la Universidad de Antioquia y en el Instituto de Bellas Artes.
Gabriel fue violinista de mucho prestigio, hábil luthier (constructor y reparador de instrumentos de cuerda) y afinador de pianos y órganos tubulares en Colombia y el exterior; en sus últimos años se estableció en Bogotá y entre sus descendientes hay notables músicos.
Sofía fue cantante y estuvo al lado de Alfonso en el manejo del almacén de música, tal como se verá a continuación.
Alfonso fue se destacó como violonchelista y contrabajista y fue el dueño del almacén musical de mayor tradición que haya tenido Medellín, en el que tuvo la cooperación de su hermana Sofía; en su local se acogía a los músicos de todos los géneros y las tertulias que en él se realizaban dejaron muchas crónicas. A los concertistas y otros músicos que visitaron la ciudad entre 1920 y 1970, año aproximado de cierre del almacén, se les decía que la visita a Medellín no sería completa si no iban a hablar con don Alfonso y sus contertulios.
Roberto fue tipógrafo y fotograbador; él y Luis Eduardo fueron los fundadores del negocio de su género más reconocido de la ciudad, que llevaba el apellido familiar; años más tarde esta empresa se escindiría para dar cabida a L. Vieco e hijas, de los sucesores de Luis Eduardo, y Vieco y Compañía, de los descendientes de Roberto. Fue un destacado clarinetista, discípulo en Bogotá del caleño Jerónimo Velasco González, y director durante casi treinta años de la Banda Departamental, institución que orientó por perseverancia y de manera casi ad honórem; durante ese mismo tiempo tuvo su cátedra de clarinete en el Instituto de Bellas Artes y dejó un apreciable número de discípulos. Entre sus hijos se cuentan el pintor Germán Vieco Betancur, fallecido en 2009, y el violinista y guitarrista Camilo, residente en Bogotá, integrante de varios grupos y orquestas y partícipe en grabaciones históricas con Jorge Camargo Spolidore.
Eugenia: de vida dedicada al hogar y ejecutante de piano y tiple, con los que acompañaba las reuniones familiares.
Finalmente aparece en la lista Carlos, el menor de la familia, objeto central del presente escrito.
Como anotación adicional acerca de este grupo humano, se recuerda que, fuera de ser integrantes de diversos grupos, los hermanos Vieco tuvieron, entre 1930 y 1940 aproximadamente, una orquesta identificada con el apellido familiar. A la orquesta la contrataban para amenizar ceremonias y otros eventos pero fueron célebres las serenatas, totalmente instrumentales, en las que interpretaban de manera alternada obras del repertorio universal, en versión para pequeña orquesta, y obras colombianas, entre ellas algunas compuestas por Carlos y arregladas por él para el grupo; el recuerdo se hace simpático cuando se llega a conocer que don Carlos era el encargado de llevar el pequeño piano portátil para él interpretarlo, y el violonchelo o el contrabajo de su hermano Alfonso, hasta la residencia de los contratantes, en un vehículo denominado carro de bestia (lo que en Bogotá y otras regiones llaman zorra); don Carlos se sentaba al lado del cochero y llevaba consigo las carpetas con las partituras; los otros hermanos llevaban sus propios instrumentos (violín, flauta y clarinete), de fácil transporte; a don Carlos le tocaba afrontar los problemas derivados de las lluvias torrenciales y las granizadas, frecuentes en la ciudad en algunas épocas del año.
musical
y consolidación
y proyección
sus creaciones
y distinciones
familiar