“Dar de sí, sin pensar en sí”
Era un día normal en la vida del agente de policía Camargo, en el cual debía cumplir con sus obligaciones resguardando a los pasajeros del tren de la Sabana en Bogotá. De manera inesperada, Camargo y los pasajeros fueron sorprendidos por un grupo de ladrones que pretendían despojar de sus pertenencias a todas las personas que en ese momento se encontraban en el tren. Sin dudarlo, el agente de policía, haciendo uso de su entrenamiento, en cumplimiento de su deber, sin medir las condiciones de inferioridad en las que se encontraba y motivado por su amor a la patria, se enfrentó solo a la cuadrilla de ladrones, poniendo en riesgo su vida, pero con el firme deseo de brindar la ayuda que los pasajeros del tren necesitaban para liberarse de los malhechores.
Camargo Rodríguez impidió el robo pero durante el enfrentamiento resultó mal herido. Su honor, el deber cumplido y su lealtad a la Policía Nacional lo alentaban para salir adelante. Fue llevado de emergencia a un centro hospitalario en donde se recuperó satisfactoriamente, no sin antes recibir los agradecimientos por parte de los pasajeros del tren a quienes había salvado.
Por ser el agente Camargo un digno representante de la Policía Nacional, y por defender desinteresadamente los derechos de los colombianos, representados en los pasajeros del tren cuya custodia estaba a su cargo, fue merecedor en 1984 del premio “Germán Saldarriaga del Valle” y un aporte económico de 400 mil pesos, no sin antes escuchar unas bellas palabras por parte del oferente, abogado Ignacio Mejía Velásquez:
Usted tocó, agente Camargo, una bella cuerda de la patria: la del valor, la del honor, la de la responsabilidad. Y esa cuerda vibró en toda Colombia y hará eco en el tiempo. Cómo descansa un ciudadano cuando el orden radica en la ley y se apoya en sus defensores legítimos; cómo se afianza la ley cuando está amparada por la recta conciencia de gobernantes y magistrados y el espíritu leal de sus armas, que con celo la protegen aun de inesperadas flaquezas y veleidades […]. Usted ha hecho honor a su institución. Usted dio de sí sin pensar en sí. Y porque sirvió el bien, merece por el bien ser servido. Lleve a su esposa María Olaya y a sus hijos, que sufrieron en su alma sus heridas, y a sus compañeros todos, la misiva de solidaridad y gratitud de este núcleo de la patria que en usted ha escuchado el grito de vida de esa Colombia grande e inmortal.
En medio de los aplausos, del reconocimiento y de la satisfacción por el deber cumplido, José Ernesto Camargo Rodríguez dirigió algunas palabras en agradecimiento a los miembros de la Corporación de Fomento Cívico y Cultural:
Que este acto tan significativo para nuestra patria, organizado por distinguidas personalidades dotadas de los más altos ideales y de los más notables sentimientos humanos, sirva de ejemplo y de eje principal para iniciar la lucha por la recuperación de todos los valores morales perdidos, haciendo que aquéllos que se encuentran al margen de la ley abandonen esa loca carrera de ambición, envidia y egoísmo, y así puedan encontrar el camino que los conduzca a saber la verdad, querer el bien, amar lo bello y hacer lo justo; pues sólo así dejaríamos de escribir más páginas en la historia de Colombia con la mano roja del crimen. Ahora sólo me queda decirles que estoy muy agradecido y la gratitud de todos ustedes la llevaré eternamente en mi memoria. Gracias otra vez.