Emiro Botero García
(Tadó, Chocó 1914 – Medellín 1986)
Por: Natalia González Salazar
El arte viene del alma, manos llenas de pintura que plasman en un lienzo lo bello que se lleva en el interior, las imágenes que llenan la memoria y las emociones inesperadas que dan vida a la obra, expresión que combina dibujos y colores y lleva el sello imborrable de un artista.
El maestro de maestros
El pintor y caricaturista, Emiro Botero García, nació en Tadó, Chocó, el 16 de febrero de 1914; radicado desde muy temprana edad en la ciudad de Medellín, ingresó al Instituto de Bellas Artes en 1928, y se formó allí durante muchos años con las más variadas tendencias artísticas transmitidas por sus profesores, tales como el clásico Georges Brasseur, los modernistas Kurt Lans y Jack Scott Neville, el japonés P. Sasaki, de quien se sabe que era grabador, y los artistas colombianos Humberto Chaves, Pedro Nel Gómez y Eladio Vélez , este último su mayor influencia.
Desde muy temprano Emiro Botero se destacó entre sus compañeros, llegando a ser monitor de la clase y ayudante de su maestro Eladio Vélez. El joven pintor se encargó de los grupos principiantes y desarrolló sus cualidades y destrezas en la enseñanza, transmitiendo sus conocimientos con admirable dedicación e inculcando siempre a los estudiantes el amor por el arte.
Fueron estos sus primeros pinos para iniciarse como docente en la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia. Más tarde fue nombrado profesor de dibujo médico y anatómico en la Facultad de Medicina de la misma universidad; fue además llamado por la Universidad Pontificia Bolivariana para dictar la clase en técnicas de dibujo al natural y acuarela aplicadas en perspectiva; participó igualmente en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional y en el Colegio Sagrado Corazón, como profesor de arte y decoración.
Dictó programas especiales e intensivos para alumnos de instituciones como el Liceo de la Universidad de Antioquia, el Instituto Jorge Robledo, la Escuela Normal de Varones, entre otras; en todas estas instituciones fue uno de los profesores más recordados por su labor pedagógica con la mayor calidad humana. Fue el maestro de reconocidos artistas como José Horacio Betancur, Hernán Merino, Hernando Escobar Toro, Darío Tobón Calle, Ramón Vásquez, Jorge Cárdenas, Horacio Ochoa, Daniel Osorio, Luis Hernández, entre muchos otros.
Este maestro trabajó como ilustrador en periódicos de las ciudades de Medellín, Cali, y Manizales, y también creó dibujos para ediciones especiales de libros como “Lejos del Nido”, “Su Majestad el Niño” y “Don de Gentes”. Su talento ilustrativo se destacaba por la caracterización de los personajes y las situaciones con un aporte divertido y mordaz, para lo que se valía abiertamente de las actitudes y gestos de sus personajes.
En su expresión paisajística enfatizaba su obra hacia la plenitud de la naturaleza, con especial atención a las regiones andinas y costeras y descartando de plano la presencia del hombre y sus particularidades.
Sus obras han estado presentes en más de 50 exposiciones colectivas y en numerosas exposiciones nacionales, en las principales ciudades tales como Bogotá, Medellín, Manizales y Cali; entre ellas se destaca la gran retrospectiva en 1982, inaugurada en el Museo de Zea, actualmente Museo de Antioquia, institución que más tarde organizaría otra muestra en su honor en 1987, para conmemorar el primer aniversario de su muerte. Fuera del país realizó exposiciones individuales en Venezuela y en la Universidad de Stanford (California), con buena crítica del público y de los analistas.
Fue merecedor de reconocimientos y reseñado como “único representante del arte colombiano” en la obra “Pintores hispanoamericanos” publicada en España por J. Sanz y Díaz en 1953. Recibió distinción de honor por parte de la Corporación de Fomento Cívico y Cultural, que le entregó en 1982 el premio “Germán Saldarriaga del Valle” y doscientos cincuenta mil pesos, como reconocimiento a su labor en el campo de la divulgación de la cultura.
Este maestro de maestros murió el 22 de septiembre de 1986 en Medellín, dejando un gran vacío en la sociedad antioqueña y un legado que construyó con pasión; sus obras fueron de corte realista y fue un estupendo paisajista, que cultivó “el dibujo humorístico y con espíritu guasón, pintó cuadros y escenas callejeras de la ciudad y de las ancestrales costumbres del pueblo antioqueño”.