Un pionero de los estudios antropológicos en Colombia
En la tierra carbonífera de Amagá, suroeste antioqueño, Graciliano Arcila Vélez nació el 25 de febrero de 1912, en el seno de una familia de origen humilde y campesino. Sus padres fueron Ana María Vélez y Juan Cancio Arcila, quien en su tierra natal de Itagüí se ganaba la vida simultáneamente como labrador y arriero. Como algo propio a una sociedad de pequeños y medianos propietarios, como la antioqueña, a principios del siglo XX don Juan Cancio salió en busca de mejor fortuna, hasta su establecimiento definitivo en Amagá, donde por algún tiempo se encargó de la administración de una finca.
Desde temprana edad Graciliano Arcila comenzó a trabajar como empacador de ripio de carbón en algunas de las carboneras que abundaban en su patria chica, actividad que debió combinar con el intermitente estudio de las primeras letras. Pero la precaria condición económica de su familia hizo que la educación del joven Arcila no se constituyera en una prioridad, por lo que tuvo que esperar hasta 1931, a los 19 años de edad, para iniciar sus estudios de bachillerato en el Colegio de San Fernando de Amagá. Dos años después, mayor de edad y con ánimos de avanzar en sus estudios, se desplazó a Medellín, donde concluyó estudios de secundaria en el Liceo de la Universidad de Antioquia. Como bachiller destacado se hizo acreedor a una beca para adelantar estudios en Bogotá, donde obtuvo el título de Licenciado en Ciencias Sociales y Económicas en la prestigiosa Escuela Normal Superior de Colombia.
En 1941, el entonces presidente de Colombia, Eduardo Santos Montejo, invitó a Colombia al reconocido etnólogo francés Paul Rivet, para apoyar el propósito gubernamental de formar un grupo de etnólogos colombianos. Se creó entonces el Instituto Etnológico Nacional, anexo a la Escuela Normal Superior de Colombia, instituto para el que Rivet eligió como pupilos a cuatro antioqueños que en ese momento cursaban el último año de licenciatura en Ciencias Sociales. Graciliano Arcila era uno de ellos. A partir de entonces, y bajo la dirección del científico francés, comenzaron a desarrollar las primeras investigaciones antropológicas en Colombia.
Después de realizar un estudio sobre los indios de la región de Páez, de Tierradentro, en 1943 Graciliano Arcila regresó a Medellín y se vinculó a la Universidad de Antioquia como pionero y promotor de los estudios de antropología. Gracias a su fecunda labor se le debe el establecimiento del primer museo etnológico de la región y la creación de la Escuela de Estudios Antropológicos (actual Departamento de Antropología), proyecto que tras años de esfuerzos y sobrellevar algunas dificultades, se cristalizó en el año de 1970. De igual manera, en su ánimo por divulgar los avances científicos de su campo, desde 1953 se encargó de dirigir la publicación del Boletín de Antropología, en gran parte como fruto de algunas de sus investigaciones.
En 1957 obtuvo el título de doctor en ciencias sociales y económicas en la Universidad Pedagógica de Colombia (Tunja), en la que se especializó en Antropología Física y Arqueología. Para entonces el doctor Arcila ya había configurado su familia al lado de la antropóloga caucana Inés Solano, también discípula de Rivet en su segunda promoción académica, matrimonio que se celebró en Bogotá con el maestro galo como padrino.
Producto de su labor al servicio de la ciencia se cuentan numerosas publicaciones y su activa participación como investigador y profesor de diferentes establecimientos educativos, de Bogotá y Medellín particularmente. La empresa científica del profesor Arcila, a través de la investigación y de la cátedra, cubrió los más variados campos de la Antropología. Como explorador de diferentes zonas colombianas, principalmente de Antioquia, durante su vida elaboró algunos estudios sobre grupos indígenas como los de la región de Páez, los catíos, los titiribíes y los sinifanáes. De igual manera se aventuró a la investigación de la cultura rupestre de Antioquia, los petroglifos de Támesis e Itagüí, el folclor de Remedios, la arqueología del Alto Opón, entre otras importantes exploraciones, como la que llevó a cabo a principios de la década de 1980 sobre los vestigios de localización de Santa María La Antigua del Darién.
En homenaje a quien desarrolló los primeros estudios de los petroglifos locales, el parque arqueológico de Itagüí está engalanado con el nombre de Graciliano Arcila Vélez. Pero su labor también trascendió fronteras como participante en diferentes foros internacionales, en ciudades de reconocida trayectoria de estudios antropológicos como París, Viena, México y Nueva York.
Por todo el recorrido de vida del doctor Graciliano Arcila al servicio de la Antropología y ciencias afines, se hizo merecedor al premio “Germán Saldarriaga del Valle”, por lo que, además del título honorífico, se le hizo entrega de un estímulo económico por valor de 100 mil pesos. Contaba entonces 65 años de edad. En elegante y emotiva ceremonia, celebrada en el Salón Dorado del Club Unión, después de recibir el premio, Graciliano Arcila hizo uso de la palabra. En corto, pero sentido discurso, resaltó el valor de la institución de la familia, reconoció la labor de su octogenaria madre, agradeció a la Universidad de Antioquia y confirmó que “sus niñas mimadas” eran el Departamento y Museo de Antropología. En aquella alocución hizo gala de su humildad y cualidades de sabio maestro. Al final de su discurso, manifestó:
Gracias también a aquellos amigos que en mi presencia están; con sonrisas viejas, pero nuevas y sinceras siempre, me están acompañando en este momento. Me he encontrado con ellos acá por aquello de las coordenadas del destino, y están asistiendo a este homenaje que para mí es sencillamente un fardo pesado que no puedo casi con él, porque no podré corresponder en el futuro a los méritos que ustedes me asignan. Pero mientras viva, y creo que todavía tengo fuerzas, tendré qué dedicar todos los días a la investigación, para corresponder en parte a este homenaje.
No es tanto el dinero lo que vale para mí, es la nombradía, son las miradas de todos ustedes, de Antioquia toda, que en sus presencias se refleja. Gracias Antioquia, representada en ustedes.
Sin dudas, ese “fardo pesado” lo cargó durante 25 años más, correspondiendo con creces ese homenaje. La investigación fue algo a lo que se dedicó hasta el último de sus días. Incluso durante muchos años fue miembro de número de la Academia Antioqueña de Historia, y su presidente entre los dos años comprendidos entre octubre de 1983 y octubre de 1985.
Poco antes de finalizar el año 2002, a los 90 años de edad, murió en Medellín el doctor Graciliano Arcila Vélez, quien durante décadas sembró con celo y fervor aquella simiente que ha arrojado innumerables frutos para el conocimiento de las comunidades humanas que por siglos han habitado Antioquia, su tan querida y anhelada provincia.