René Uribe Ferrer
(Medellín 1918 – Medellín 1984)
Por: Juan Carlos López Díez
“Ha rendido culto al bien y en el bien se creció”
Ignacio Mejía Velásquez en la ceremonia de premiación
Pocas semanas antes de morir, en octubre de 1984, año en que el humanista René Uribe Ferrer recibió el premio “Germán Saldarriaga del Valle”, el doctor René acogió en su hogar la visita de uno de sus amigos y discípulos, el profesor William Botero Duque. Bastante avanzada la enfermedad y consumido su cuerpo, emergió su figura de las sábanas para preguntar al visitante: “William, ¿qué novedades han llegado a las librerías?”. Esta anécdota encuentra su complemento, en el bello e intenso periplo intelectual de su vida, con la que refiere su hija Gloria María, directora de la Academia Cultural Yurupary, quien cuenta cómo su padre, a los seis años, quebró su primera alcancía para ir a comprar libros.
No obstante, nos quedaríamos cortos si redujéramos la visión de lo que representó René Uribe a su gran amor por los libros, pues sus inclinaciones comprendieron el acercamiento a la naturaleza y a los reinos vegetal y animal aprendidos en largas caminatas con sus amigos y alumnos. Todo esto le mereció el premio en Ciencias inspirado por don Germán Saldarriaga. Este reconocimiento dista mucho de ser el único, pues entre muchos otros “fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministerio de Cultura de Francia y recibió la Cruz de Caballero de la Orden del Mérito Civil otorgada por Juan Carlos I, Rey de España”.
El doctor René Uribe nació en Medellín el 21 de agosto de 1918, ciudad en la que falleció el 28 de octubre de 1984. Tuvo nueve hijos, a saber: Olga Luz, Ignacio René, Gloria María, Ana Ligia, Rodrigo, Mónica, Hernán José, Ángela María y Santiago. Se graduó como abogado en la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), donde además estudió Filosofía y Teología, disciplinas que complementó en estudios de posgrado en el Instituto Católico de París y en Roma.
En el acto de premiación, el presidente de la Corporación de Fomento Cívico y Cultural, Dr. Joaquín Londoño Ortiz, saludaba al humanista “por sus meritoria aportes a la cultura en diversos campos”, quien debido a sus problemas de salud estuvo representado por su esposa doña Luz López Henao y por dos de sus nueve hijos. Como reconocimiento material, el Dr. Uribe Ferrer recibió $400.000.
A continuación el presidente del Rotario cedió la palabra al Dr. Ignacio Mejía Velásquez para hacer la presentación de los premiados. Se refirió así respecto de René Uribe Ferrer, abogado de formación, filósofo y quien se especializó en Teología en el Instituto Católico de París:
El doctor René Uribe Ferrer es, ciertamente, un símbolo de cultura viva, no por discreto en su diario comportar, tímido quizá, menos brillante en su obra. Pero no ha sido eso lo que más ha despertado la admiración en sus congéneres, que vasto motivo tienen en ello, en sus escritos, en sus ensayos, en su filosofía y en su enseñanza, sino por esa sólida fibra moral, por ese inmenso espíritu, por la recia vocación de verdad y de justicia que sin pausa ni quebranto ha traído en su morar. Que si hay mérito y grande en lo que ha hecho, lo ha ganado espiritualmente por lo que es, por lo que siempre ha sabido ser. Cómo toma claridad, al conocer a este benemérito letrado, la paradoja de Margarita Yourcenar: todos nos transformaríamos si nos atreviéramos a ser lo que somos […] René Uribe se atrevió desde el primer momento de su conciencia a ser lo que es.
A renglón seguido, el Dr. Mejía ofreció a los asistentes una pincelada del homenajeado, no simplemente como el gran intelectual, que lo fue, sino por su capacidad de integrar la filosofía y el pensamiento racional con unas profundas creencias religiosas y su sentido de lo humano a través de un magisterio ejercido en múltiples actividades. Dicho de otra manera, como uno de los más profundos intelectuales católicos que estas tierras hayan producido en el seguimiento del legado de Santo Tomás. El propósito mayor de este padre de la Iglesia fue integrar la ciencia con la fe. Esta vocación tomista fue descrita así por uno de sus discípulos, Ricardo Vélez Rodríguez:
En el testimonio cristiano de dos grandes amigos, desgraciadamente hoy desaparecidos, René Uribe y Alberto Restrepo (profesores de UPB), confieso que descubrí el camino para superar la oposición entre razón y fe, en que estaba naufragando mi vivencia religiosa. Con ellos aprendí a vivir una fe madura, inserta en el mundo, en diálogo constante con la razón científica y religiosa, abierta al compromiso pero no por eso menos trascendente y abierto a lo sobrenatural.
El doctor René Uribe fue autor de casi una decena de obras: “Elementos de Derecho”, “Modernismo y poesía contemporánea”, “La crisis del arte contemporáneo”, “Antioquia en la literatura y en el folclor”, “Problemas fundamentales de la Filosofía” (en dos tomos), “Escritores de Antioquia”, “Bazar – escritos filosóficos” , “Bazar – escritos literarios” y “El grito de Job”, poema existencial que, según su hija Gloria María, fue escrito en tan sólo una noche y cuyo manuscrito en máquina de escribir fue publicado a instancias de sus alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana.
Para dar prueba de su humanismo, de su hacer filosófico, sus afinidades con la literatura y su ejercicio como creyente, desplegó múltiples actividades, según Ignacio Mejía.
Académico a la par que hombre de trabajo, catedrático de lujo, rector de docencias, gobernante de cultura, director de prensa, columnista de estilo esperado y actual y de sensible inquietud, lector de la mejor lectura, escritor de fina pluma, crítico literario, no ha habido en fin, campo en las letras por el que no haya trasegado con donosura cervantina. Lo intelectual y lo ético en él se han conjugado y de ellos ha hecho su estado permanente.
En suma, el doctor René Uribe Ferrer dejó un testimonio no sólo de humanismo cristiano sino universal a un tiempo, de sencillez y claridad en el lenguaje al igual que en el trato de las personas, humanismo con humanidad. Una de las plumas más agudas y más críticas del periodismo, el intelectual Alberto Aguirre, dejó testimonio de su legado en uno de los tantos homenajes que recibió como reconocimiento a su labor magisterial.
René Uribe Ferrer era la inteligencia soberana: qué majestad la suya en el espíritu. Es éste el sello de su vida. Tal vez ninguno otro, aquí, haya puesto su destino, a tal grado, bajo el signo de la inteligencia. Daba el testimonio de la cultura. En un medio flojo y abigarrado, en que sólo aparecen endebles tentativas de luz frente a la tiniebla universal, Uribe Ferrer se alzó como hombre de cultura. Y qué sobriedad la suya. Cuán lejos estuvo siempre de la vanidad y del halago. Por eso, porque era un hombre culto, supo la humildad del espíritu. Así, su vida misma es una lección: de dignidad, de nobleza, de amor a la sabiduría. Que en él se desdoblaba, por firme convicción, en amor a los semejantes.