Por la inclusión de los niños sordomudos y ciegos
El 11 de noviembre de 1892, en el seno de una humilde familia conformada por Francisco Hernández y Carmen Betancur, nació, en el municipio de Fredonia (Antioquia), Francisco Luis. Allí realizó sus primeros estudios. Luego viajó a la ciudad de Medellín a realizar estudios secundarios en la Normal de Institutores, de la que fue egresado y posteriormente maestro. También desempeñó labores académicas en el Seminario Conciliar de Medellín, donde estuvo encargado de la cátedra de Pedagogía por cerca de ocho años. Contrajo matrimonio con la señorita Blanca Gutiérrez Isaza, con quien tuvo siete hijos: Lucía, León, Francisco Luis, Blanca, Gloria, María Victoria e Ignacio.
Un día cualquiera, a principios de la década de 1920, don Francisco Luis caminaba por las calles del centro de Medellín y encontró un papel con una leyenda “Instituto Nacional de Sordomudos de París”, el cual atrajo su atención y despertó en él una gran inquietud. Se dispuso entonces a obtener información sobre la educación para sordomudos y ciegos. Por algunos años indagó sobre el asunto y en 1925, obtuvo que, por ordenanza # 6 del 2 de marzo, se creara su más grande proyecto, la fundación de una escuela destinada a la educación de niños con dificultades auditivas, del habla y de la visión.
Para iniciar labores, don Francisco Luis contó con la colaboración de los directivos de la Normal Superior de Varones, quienes le permitieron usar las instalaciones para dictar allí sus clases; en el primer año se matricularon seis niños sordos y seis ciegos. Con estos 12 niños don Francisco Luis empezó a moldear su sueño.
Al año siguiente, la Escuela de Sordos y Mudos recibió la ayuda del Municipio de Medellín, el cual le otorgó una casa en calidad de préstamo para llevar a cabo sus actividades educativas. Poco a poco a esta iniciativa se fueron sumando más personas; fue así como en 1927, la firma Constructora Aranjuez donó los terrenos para la construcción de una sede propia, que fue inaugurada en 1935. Ya para 1930 el número de estudiantes había ascendido a 70.
En 1936, don Francisco Luis, en su calidad de director de la Escuela, fue invitado por el gobierno venezolano para que expusiera allí sus experiencias, los asesorara y fundara el Instituto Venezolano de Ciegos y Sordos de Caracas, como efectivamente lo hizo. Posteriormente fue llamado también por los gobiernos de Costa Rica y Ecuador, para fundar en esos lugares sendas escuelas para sordos y mudos.
Veintidós años después de que la escuela abriera sus puertas, surgió la necesidad de contratar a las Hermanas de la Sabiduría para que se responsabilizaran de la sección femenina. En 1952 esta sección se separó y por decreto departamental en 1956 se fundó el Instituto San Luis María de Monfort, para niñas ciegas y sordas, en el municipio de Bello, el cual 30 años después volvería a funcionar en las instalaciones de la Escuela de Sordos y Ciegos de Medellín.
A los 68 años de edad y con cerca de 40 años al servicio de la Escuela, don Francisco Luis entregó la dirección de ésta a la comunidad de los Hermanos de San Gabriel.
En 1984, la Secretaría de Educación ordenó cambiar el nombre de la escuela de Ciegos y Sordos de Medellín por el de Escuela de Ciegos y Sordos “Francisco Luis Hernández Betancur” (Ciesor), en honor de su fundador. En marzo de 1997, se fusionaron el Instituto San Luis María de Monfort y la escuela Francisco Luis Hernández, para dar como resultado el Colegio de Atención al Limitado Sensorial “Francisco Luis Hernández Betancur”. En 2002 se dio una nueva denominación al colegio, pues dejó de ser una institución tan sólo para sordos y ciegos e ingresaron estudiantes regulares, sin ningún tipo de discapacidad, por lo cual hubo la necesidad de cambiar nuevamente la denominación de la entidad, la cual actualmente se conoce como Institución Educativa “Francisco Luis Hernández Betancur”, con carácter urbano, oficial y mixto.
Don Francisco Luis Hernández siempre tuvo especial interés por la Historia; no en vano fue miembro de la Academia Antioqueña de Historia. En el transcurso de su vida fue miembro de la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, miembro honorario de la Asociación Hispanoamericana pro Ciegos de Nueva York y merecedor de varias condecoraciones y premios, entre los cuales están la “Cruz de Boyacá” en el grado de Caballero y el premio “Germán Saldarriaga del Valle”. Además, publicó varias obras, entre las cuales están: “La nueva orientación pedagógica”, “Tratado de Pedagogía” y “Nuestra lucha por los ciegos de Colombia”.
El maestro Hernández Betancur fue el principal exponente de la educación para sordos, mudos y ciegos, no sólo en Colombia sino también en Latinoamérica. Falleció en la ciudad de Medellín el 30 de diciembre de 1972, dejando bien cimentadas las bases para la debida inclusión social de las personas con limitaciones físicas.