Una vida dedicada a la educación
La maestra Josefina Muñoz González nació en Rionegro (Antioquia) el 20 de mayo de 1905, hija de Roberto Muñoz Ospina y de Solima González; inició sus estudios en la Escuela Urbana de Niñas y realizó su bachillerato en el Instituto de María de la misma localidad; en 1923 recibió el titulo de Maestra y un año más tarde fue nombrada subdirectora del plantel en donde concluyó sus estudios secundarios.
En 1928 fue nombrada directora y durante sus diez años en el cargo organizó y dirigió la enseñanza los fines de semana para los padres de los alumnos. En 1937 fue directora del Instituto Moderno de Educación en Pereira (Risaralda) y durante el año de 1938 fue Maestra Nacional Ambulante y subdirectora de las Escuelas Rurales Rotatorias fundadas por la Secretaría Departamental de Educación.
También fue directora de la Escuela Urbana de Rionegro y directora y maestra de la Anexa a la Normal de Rurales del Rionegro. En 1954, sus dos grandes amigos y reconocidos educadores Conrado González Mejía y Miguel Roberto Téllez Fandiño la llamaron para dirigir la sección de primaria del Instituto Jorge Robledo. Allí fue también profesora durante cinco años; pasó luego a ser nuevamente directora del Instituto de María, que cambió su nombre a Normal Superior Instituto de María, cuando la Asamblea Departamental de Antioquia la declaró normal superior.
En 1961 fue nombrada rectora del Centro Formativo de Antioquia (CEFA), institución educativa de carácter departamental que tiene como actividad la formación de la mujer. Próxima a jubilarse decidió solicitarle una cita al Secretario Departamental de Educación. Así lo relata Mario González Sierra, miembro del Club Rotario de Medellín, en la ceremonia en la que se le hizo entrega a la prestigiosa educadora del premio “Germán Saldarriaga del Valle”:
Se arregló lo mejor posible, se maquilló, se puso su mejor vestido y sus guantes más finos. Después de esperar una hora llegó el señor secretario a su despacho. Josefina le entregó el informe de labores y la renuncia, y el funcionario leyó primero el informe, el que encontró excelente, y no entendió la razón de la renuncia.
Y dijo: ¡Yo no entiendo al CEFA sin usted!
Es que quiero terminar mi labor allí donde la empecé. Tengo dos amores: Rionegro y la educación. Por eso le pido que me nombren de maestra en una escuela primaria o en la rural.
El señor secretario de educación no pudo contener las lágrimas y Josefina lloró también al verlo llorar. El maquillaje se echó a perder, tuvo que quitarse los guantes y buscar un pañero para secar las lágrimas.
¿Doctor, usted y yo porque estamos llorando?
Porque desde hace muchos años me formé una idea de maestro y cada día lo he venido perfeccionando. Cuando me nombraron para ese puesto me puse feliz porque al fin encontraría ese maestro. Ya llevo algunos meses aquí y al fin lo encontré.
Doctor, es el honor más grande que han hecho. Por eso le pido que me nombren maestra en Rionegro.
Fue así como regresó nuevamente a Rionegro como rectora de la Normal Superior Instituto de María; cuando cumplió el tiempo requerido recibió su jubilación, pero esto no hizo que ella terminara su labor. En 1965 fundó el Instituto de Capacitación Comercial de Rionegro o Instituto Tecnológico Comercial Josefina Muñoz González.
La maestra Josefina Murió a sus 76 años, satisfecha por el deber cumplido, con miles de alumnos que la recuerdan como su maestra y guía. Así lo anota Mario González en su discurso: “la recordaré siempre repitiendo como la poeta Gabriela Mistral, la oración de la maestra
¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra.
Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.
Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca de mí este impuro deseo de justicia que aún me turba, la mezquina insinuación de protesta que sube de mí cuando me hieren. No me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñe.
Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Dame que alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía, para cuando mis labios no canten más…