William Rojas Montoya
(La Estrella 1929)
Por: Jairo Andrés Campuzano Hoyos
William Rojas Montoya
En 1986 la Corporación de Fomento Cívico y Cultural quiso hacer un sentido homenaje a William Rojas Montoya, eminente médico internista e inmunólogo, quien durante la mayor parte de su vida se ha dedicado a buscar alternativas para librar a sus congéneres de diferentes dolencias, especialmente de la malaria y otras enfermedades tropicales.
Al lado de muchas otras distinciones, por esa labor al servicio de la humanidad le fue conferida una mención honorífica del premio “Germán Saldarriaga del Valle”, galardón que, en manifestación de la humildad que le ha traído la sabiduría, reconoce como un merecimiento para la Corporación para Investigaciones Biológicas y no para su propia trayectoria de vida.
Una constante lucha para salvar vidas humanas
Los primeros años de vida de William Rojas Montoya transcurrieron en su ciudad natal de La Estrella, donde, en el hogar conformado por Francisco Rojas Sosa y Carolina Montoya Montoya, nació el 30 de diciembre de 1929.
Hizo sus estudios de primaria en el Ateneo Antioqueño y los de secundaria en el Colegio de San Ignacio, de donde egresó como bachiller en 1947. Al año siguiente se matriculó en la Universidad de Antioquia, institución en la que pasó varios años de su juventud como destacado estudiante de medicina. En 1955 obtuvo el título de médico cirujano, luego de presentar una tesis sobre carcinógenos químicos, la que fue laureada. Al poco tiempo de terminar sus estudios profesionales se desplazó a los Estados Unidos a especializarse en Medicina Interna y, más adelante a Méjico, a cursar una nueva especialización en el Instituto de Cardiología de ese país.
En 1959 regresó a Colombia, en donde por los siguientes siete años se desempeñó como profesor y Jefe del Departamento de Medicina Interna de la Universidad de Antioquia. En 1965, en la decanatura de Oriol Arango Mejía fue nombrado director ejecutivo de la Facultad de Medicina, cargo que desempeñó hasta 1969, cuando viajó a Inglaterra a cursar algunos estudios especializados. Gracias a las recomendaciones del secretario de salud del presidente norteamericano Lyndon B. Johnson, a quien había conocido poco antes de partir, el doctor Rojas tuvo la oportunidad de estudiar en la prestigiosa Royal Society of Medicine.
Para entonces William Rojas ya había configurado su hogar, desde 1963, con Mercedes Echavarría Restrepo, hija del reconocido empresario Guillermo Echavarría Misas y Ángela Restrepo Mejía. De su matrimonio se cuentan dos hijos: Patricia y Fernando Rojas Echavarría.
Estando aún en el extranjero, y avanzado el año de 1971, William Rojas recibió un cable suscrito por el gobernador de Antioquia, Diego Calle Restrepo. En aquella comunicación se le notificaba que había sido nombrado rector de la Universidad de Antioquia, cargo que aceptó a condición de que se le garantizara permanencia en el cargo por un período no inferior a cuatro años. Aceptado su requerimiento, el 27 de julio de 1971 el doctor Rojas asumió la rectoría de la Universidad de Antioquia, ejercicio en el que debió sortear una de las épocas más convulsionadas y las más difíciles revueltas estudiantiles. Por ésas y otras circunstancias políticas, su rectoría sólo duró hasta enero de 1972.
Por su propia iniciativa, en compañía del reconocido patólogo Emilio Bojanini Nize y la eminente microbióloga Ángela Restrepo Moreno, desde 1968 William Rojas venía trabajando en el establecimiento de una asociación de profesores, que en 1970 se constituyó como la Corporación para Investigaciones Biológicas (CIB); sobre esta institución hay una reseña histórica en esta misma obra.
En compañía del médico, especialista en salud pública y defensor de los derechos humanos Héctor Abad Gómez, antes de emprender su viaje para Inglaterra el doctor Rojas había comenzado a trabajar en una serie de investigaciones para combatir la malaria en Urabá, lugar en el que adelantaron varios estudios epidemiológicos. Por esa época, en Urabá comenzaba a proliferar la siembra de banano, con la United Fruit Company como una de las empresas más promisorias del sector. Con el propósito de establecer un hospital en la zona, el doctor Rojas tomó la iniciativa de sugerir aquella idea al ministro de salud del momento, Antonio Ordóñez Plaja, idea que, a pesar de ser de las simpatías del señor ministro, obligó al funcionario a advertir que no podía llevarse a cabo porque se carecía de todos los recursos económicos necesarios para tal empeño. Valiéndose de su conocimiento de la zona y de algunas de sus relaciones personales, William Rojas logró que el Ministerio de Salud dispusiera de algunos recursos y que la United Fruit Company, principal interesada en el establecimiento del hospital, canalizara los recursos faltantes por conducto de la Universidad de Harvard, institución con la que el doctor Rojas tenía buenas relaciones. De esa manera se logró la construcción del centro hospitalario de Apartadó. Luego, motivado por sus intereses científicos en beneficio de la humanidad, propició el establecimiento de una escuela de medicina tropical en Urabá, institución que contaría con los servicio de profesores de tiempo completo de Harvard y de la Universidad de Antioquia. No obstante, por diferentes circunstancias políticas se obstaculizó el desarrollo de aquella noble iniciativa.
En 1989, algunos meses antes de morir asesinado Antonio Roldán Betancur, gobernador de Antioquia, aportó una partida presupuestal para hacer en el hospital de Apartadó un edificio para laboratorio y una sala de medicina tropical en el Hospital Pablo Tobón Uribe. Gracias al invaluable aporte del gobernador Roldán Betancur, la sala de medicina tropical fue empleada para evaluar nuevas medicinas contra la malaria en un programa de la Organización Mundial de la Salud, el cual pretendía evaluar nuevos medicamentos en una zona no endémica, en la que no hubiera paludismo. Por infortunada coincidencia, el programa no pudo avanzar por el recrudecimiento de la violencia que el país experimentó a finales de la década de 1980. Aquella situación impidió que los farmacólogos extranjeros vinieran al país, por lo que dejaron de patrocinar el programa que por obvias razones no podían supervisar personalmente.
En su empeño por avanzar en su lucha contra la malaria, algún tiempo después, y en convenio con el gobierno de Canadá, William Rojas desarrolló un proyecto para evaluar estrategias de control de malaria, basado en educación, diagnóstico oportuno y tratamiento. Para tal efecto, con algunos colegas comenzó a trabajar en 20 pequeños pueblos del departamento del Chocó, en donde ubicaron radioteléfonos y entrenaron algunos jóvenes, con quienes diariamente se comunicaban para dar instrucciones acerca de cómo manejar los pacientes. No obstante los buenos resultados del proyecto, el doctor Rojas persistía en conseguir alguna fórmula adicional efectiva para disminuir o erradicar por completo el mosquito transmisor de la malaria.
En efecto, motivado por su empeñado de combatir aquella enfermedad mortal, decidió fundar un programa de control biológico en la CIB, institución en la que por muchos años actuó como director científico. En el desarrollo de múltiples investigaciones en este campo, al cabo de varios meses ya se contaba con un completo inventario de hongos, bacterias, peces e insectos que, sin necesidad de aplicar sustancias químicas, atacaban las larvas de mosquitos y evitaban su crecimiento. Uno de los resultados más exitosos se consiguió con un nemátodo acuático que se trajo de los Estados Unidos.
A raíz de los excelentes resultados del nuevo proyecto, el doctor Rojas viajó a Francia a presentarlo en un congreso, lo que despertó el interés de la Organización Mundial de la Salud, entidad que al poco tiempo otorgó una importante ayuda económica para establecer en la CIB una unidad de control biológico propiamente dicha. Durante varios años William Rojas estuvo al frente de aquella unidad, hasta que consiguió para su reemplazo al destacado entomólogo Sergio Orduz.
Además de la vida dedicada a la investigación y a buscar formas alternativas para salvar vidas, el doctor Rojas ha publicado varias decenas de artículos científicos en revistas de alto impacto nacional e internacional, así como algunos libros de su autoría y otros tantos en los que ha participado como coautor. Algunos de ellos son “Fundamentos de Medicina”, “La inmunología de Rojas”, y su obra más reciente, “Historia de la Medicina”. También como científico consagrado se ha hecho merecedor a diferentes distinciones, como la mención honorífica del premio “Germán Saldarriaga del Valle” y otras conferidas por parte de la Federación Médica Colombiana, del Instituto de Integración Cultural, del Ministerio de Salud (distinción “Juan Luis Londoño”), del Servicio Seccional de Salud de Antioquia y de la Asociación Colombiana de Medicina Interna (de la que él fue presidente). Igualmente ha recibido la placa de la cátedra “David Velásquez”, la medalla “Francisco Antonio Zea” de la Universidad de Antioquia y otros honores, como “El Colombiano ejemplar”, galardón que recibió en su primera versión, acompañado de la doctora Ángela Restrepo Moreno, máximos representantes de la CIB.
El 25 de septiembre de 1986, en la ceremonia por la cual le fue conferido el premio “Germán Saldarriaga del Valle”, según consta en el acta respectiva, el oferente del premio, médico Waldemar Rey G., se refirió al doctor Rojas en los siguientes términos, síntesis y complemento de lo dicho hasta aquí:
La fecundidad científica y creadora del Dr. Rojas y su extraordinario amor a la Medicina, entendiéndola como profesión netamente humanística al servicio del hombre como tal, lo han llevado a transitar desde conferencista en innumerables congresos y simposios médicos, colaborador permanente de revistas científicas y autor reconocido de varios libros muy especializados, hasta planificador y director de la construcción de un hospital en Apartadó, en la región de Urabá-Antioquia.
Actualmente es Director Científico de la Corporación para Investigaciones Biológicas (CIB), entidad que desde su fundación viene prestando invaluable servicio a la medicina colombiana.
Al frente de esta Corporación, el Dr. Rojas adelanta una especial investigación, cuyos resultados podrían llegar a tener enorme trascendencia en la prevención de las enfermedades tropicales, concretamente la malaria, por intermedio del control biológico de la misma.
Esta investigación lo ha obligado a viajar con mucha frecuencia a zonas completamente inhóspitas del Chocó y Urabá, para sembrar en ciénagas y charcos un minúsculo animalito, un nemátodo, el Romanomermis Culcivorax, que atacaría y aniquilaría en su base de operaciones al mosquito Anopheles, transmisor del paludismo, endemia que continúa provocando estragos en la población de muchas zonas tropicales del mundo.
Y no obstante todo lo anterior, el Dr. Rojas tiene tiempo para colaborar a su esposa Merceditas en el manejo del Amparo Infantil “Santa Ana”, bella institución de origen familiar, dedicada al albergue de niños pobres y desnutridos, la cual ella dirige con inmenso cariño y dedicación exclusiva.
Actualmente la vida del doctor Rojas, ad portas de los 80 años, sigue siendo prolífica en materia científica, académica y social.
En el año 1999 la Corporación de Fomento Cívico y Cultural decidió, además, otorgar una mención de honor, sin premio económico, a las investigadoras Silvia María Giraldo Gómez y Alexandra Vargas González por su trabajo “El achiote (Bixa orellana), una promesa para el agro colombiano y la industria textil”, y de la misma manera a la investigación desarrollada por la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (CORPOICA), denominada “Caracterización enzimática y molecular de bacterias anaerobias y celulolíticas para la formulación de probióticos de importancia en la reproducción animal”, adelantada por los investigadores Tito Efraín Díaz, Martha Liliana Arcos B., Faisury Ossa R., Germán Afanador T. y Juan Rodríguez.