“Mientras más ladrones haya, más se valorizará el hombre honrado”
Era importante para don Germán Saldarriaga exaltar la labor desinteresada de muchos colombianos de a pie, que trabajaban en beneficio de los demás sin esperar nada a cambio. Honrarlos con un premio que significaba el reconocimiento social y la valoración de las buenas acciones era sacar del anonimato a esos hombres honestos. “Aunque quienes dedican sus esfuerzos al bien común no lo hacen con la mira de obtener distinciones, es necesario que su conducta sea enaltecida y exaltada, para que su labor sea conocida por el mayor número de personas, y al mismo tiempo sirva como factor educativo y ejemplarizante, que oriente las actividades de otros en busca de tan nobles objetivos”.
Don Germán era sin lugar a discusiones un hombre honrado y de una conducta intachable, que entendía el valor y la importancia de las pequeñas pero buenas obras. Una buena descripción de quién era don Germán Saldarriaga del Valle la hizo, en 1983, Jorge Robledo Ortíz, durante su discurso de agradecimiento por el otorgamiento del premio:
Don Germán era delgado y alto, vertical y definitivo como la soledad de una plomada. Le tocó vivir la época antioqueña de los verdaderos líderes que obraban sin reclamar los rótulos vistosos y los ascensores periodísticos. Tenía el alma calculada a escala cósmica, podía echarse la Montaña como lo hicieron Gonzalo Mejía, Alberto Jaramillo Sánchez, Dionisio Arango Ferrer, Guillermo Echavarría Misas y demás pioneros de este batolito mesozoico. Don Germán Saldarriaga del Valle hizo parte de un pueblo que era capaz de tener Ferrocarril de Antioquia, que no tuvo miedo de pasar de la mula al avión, que cortó a plomada la montaña para llevar las enjalmas hasta el mar y que de cada montañero vendedor de café o cultivador de maíz, hacía un ministro de hacienda o un embajador ante la Liga de las Naciones. Don Germán Saldarriaga del Valle trabajó sin descanso. Con el sudor de su espíritu abrió surcos de progreso en el solar de sus mayores y sembró su inteligencia, su esfuerzo y sus brazos en busca de la riqueza que se gana y de la paz que se espera. […] Antioqueño práctico, de inteligencia superior y de reciedumbre montañera, don Germán comprendió que la paz no se encuentra con palabras, con reuniones y decretos. La paz es el producto de una ley de equilibrio que va desde el reino de los insectos hasta el reino de las constelaciones y, ese equilibrio sólo se logra llevando cultura a los espíritus y amor al corazón. Por ello, seguramente creó este premio. Él sabía que la ciencia, las artes y la literatura nos acercan a la comprensión del alma humana y, por consiguiente a la posesión de la paz. Don Germán perteneció a esa generación de líderes que ahora buscamos con desespero en todos los rincones de Antioquia. Nunca buscó publicidad, pero basta su sombra de patricio para saber que don Germán Saldarriaga del Valle está presente en todos los latidos de la historia de Antioquia.
A medida que su capital crecía, lo hacía también su vocación de servicio; él jamás olvidó todas las dificultades que sufrió y las veces que tuvo que empezar desde cero para poder salir adelante y sostener a su familia. El origen humilde de don Germán estuvo siempre presente en su vida; nunca olvidó esas noches en que no pudo dormir a causa de la incertidumbre que le causaba no tener el dinero necesario para ayudar a su madre y a sus hermanos. Por ser lo que bien dirían los antioqueños, el hombre de la casa, don Germán estuvo siempre obligado a no desfallecer ni dejarse vencer por las adversidades, que no fueron pocas en su vida.